domingo, 1 de noviembre de 2015

La muchacha bella


En algunas ocasiones trabajando en un edificio antiguo y gigante a veces mientras limpiaba durante la medianoche cuando todo estaba ya muy tranquilo, veía pasar a una muchacha muy bella y siempre sola, él no sabía quién era ella ni en que piso vivía pero quería averiguarlo. Nunca se animó a hablarle ya que ella no aparentaba querer hablar con nadie siempre caminaba mirando hacia el piso. Una noche él estaba subiendo en el ascensor a otro piso para hacer su trabajo y cuando frena en uno de los pisos sube ella, entra, se para dándole la espalda y marca en el tablero el último piso, ese en el cual se sabía que no estaba en buenas condiciones y en el que aparentemente nadie vivía. Él dudo al ver eso, no sabía si hablarle o no, pero cuando vio que ya estaba por llegar al piso donde debía bajar le dijo: siempre te veo muy sola, quisiera, si no tenés compromisos, invitarte a cenar. Ella no contestó, dio un paso hacia el costado, se abrieron las puertas, él salió y ella siguió. A los pocos días mientras él limpiaba las paredes de mármol del hall la muchacha pasaba por ahí, él se le acercó, la saludó y rápidamente pidió disculpas por lo que sucedió aquella noche en el ascensor y aclaró que su intención no fue molestarla. Ella levantó la cabeza, lo miró a los ojos y preguntó cuáles eran sus intenciones, él sorprendido y casi paralizado por el color y el brillo de esos ojos y esa cara angelical contestó: me gustás y me gustaría invitarte a cenar para conocernos un poco más. Ella esquivó su mirada y avanzando lentamente dijo: no creo que debas conocerme solo tenés que venir una noche a mi casa, que pase lo que me gusta hacer y nada más. Quiero esa oportunidad, dijo él, aclarando que le gustaría que no sucediera solo una noche, ella contestó que con una noche lograría lo que pretende y le dijo que el fin de semana lo esperaría en el último piso en el último departamento pero que nadie debía saberlo. Él, contento, se comprometió a que no diría nada y que estaría allí esa noche. Trató de despedirla con un beso en la mejilla, ella se corrió hacia atrás pidiendo que no intente ningún contacto físico, que espere esa noche. Llegó la noche acordada y allí estaba él caminando en el frío pasillo del último piso, cuando se acercó al departamento de la muchacha vio que la puerta estaba abierta, todo adentro estaba oscuro, solo iluminaba una vela en medio de la mesa del comedor y allí estaba ella, se asomó a la puerta y le pidió que entre y se ponga cómodo, mientras le contaba que se había quedado sin electricidad.

¡Qué extraño! -dijo la muchacha, avanzando cautelosamente -¡qué puerta más pesada! La tocó, al hablar,  y se cerró de pronto, con un golpe.

¿No tiene picaporte del lado de adentro? -dijo el hombre, y ella solo lo miraba.

Bueno, ahora estamos encerrados los dos solos.

Los dos no. Vos solo -dijo la muchacha,  pasó a través de la puerta y desapareció.

 

El final de este cuento pertenece a “Final para un cuento fantástico” del escritor A. Ireland.