Varias
veces, en distintas ocasiones, suelo
ponerme a pensar si será verdad que alguna vez conocí al diablo.
Cada
vez que en un grupo surgen esas
anécdotas de alguna historia escalofriante como la que tiene cada suburbio, yo
me acuerdo del personaje que andaba en mi barrio, en Villa Soldati. Recuerdo
que en mi inocente infancia a los seis o siete años, de vez en cuando salía a
vaguear a la calle con un grupo de amigos de la misma edad, los días de semana
luego de llegar de la escuela, merendar y hacer la tarea, salía a la calle,
algunos amigos hacían lo mismo y otros llegaban a la casa, tiraban la mochila y
rajaban a la canchita o a la plaza, que quedaba en el barrio, a cuatro cuadras
de mi casa. Una vez estábamos en las hamacas de la placita de Carrillo, sobre
la calle Mariano Acosta y se nos acerca
rengueando una persona vagabunda, con un jean todo cortajeado y una camisa que
parecía que alguna vez había sido blanca pero que ya estaba demasiado gris, con
una zapatilla del lado derecho de la pierna
y con la otra descalza, con un olor muy feo que parecía que había
salido de una tumba y con una mirada
atrapante como la de la abuela de Caperucita Roja y nos dijo con una voz ronca
y hablando como un general:
-yo soy el diablo.
Nos
miramos entre nosotros con cara de asustados y me acuerdo que alguno hacia una
seña como diciendo que salgamos a correr y sin embargo no lo hicimos, creo que
el miedo que teníamos nos paralizó, en la plaza habían algunos pibes jugando al
fútbol, pero estaban lejos de donde estábamos nosotros y en los juegos no había
nadie sólo éramos nosotros cuatros, lo volvimos a mirar. Él en ese instante
sacó un encendedor del bolsillo de su camisa percudida que tenía rayas negras y
en un cañito de aluminio que llevaba en la mano cargó una sustancia blanca y la
fumó, cuando exhala el humo nos dijo:
-Esto
es vida pura, con esto yo me mantengo vivo, si un día no consumo esto yo vuelvo
a morir.
Yo
atentamente escuchándolo me animé a preguntarle:
-¿Cómo
que volver a morir, que ya estuviste muerto vos?
Y él me dice:
-Yo
reviví ya hace más de veinte años y hoy estoy acá dando vueltas por todos los
lugares porque hay muchas personas que dicen que nosotros no ganamos la guerra
de Malvinas.
Y con un grito que le marcaba las
venas en el cuello y la frente expreso:
-¿Cómo
que no ganamos la guerra? Si fuimos nosotros quienes les pusimos el pecho a los
ingleses sabiendo que nos iban a matar a todos, pero nos plantamos con mucha fe
y coraje y batallamos días y noches enteras sin poder comer ni dormir bien.
Mi amigo Carlitos ya con lágrimas en
los ojos y la voz afinada le pregunta:
-¿Y
ahí moriste vos?
Él
lo miró a Carlitos a los ojos fijamente y luego lentamente a nosotros tres, que
quedamos de un costado ya quietos sin hamacarnos, solamente atentos a que no se
nos acercara un poco más. De repente otra vez fumó un poco de vida, parecía que
ya estaba por morir porque tosía de una manera muy desagradable y, como cargaba
la varita mágica de aluminio, se notaba que estaba muy desesperado y yo suponía
que se le estaba acabando la vida, entonces tenía que recargarse devuelta.
Luego de exhalar por segunda vez nos dijo:
-una
noche de lluvia dos compañeros y yo estábamos en un refugio y de repente tiran
una granada donde estábamos nosotros, yo corrí pero el impacto me atrapó y me
arrancó los cuatro dedos.
Nos
mostró su pie descalzo que estaba cubierto por el pantalón largo que tenía.
Nosotros, al ver esa pierna terrorífica, abrimos los ojos y la boca así como
cuando Homero está ahorcando a Bart y levantamos la mirada lentamente y lo
miramos.
-Esa
noche los tres morimos y aparecimos en el infierno, que era todo escuro y muy
caluroso, habían muchos muertos ahí que estaban locos.
Ricardito se animó a preguntarle:
-¿Había
mucho fuego por todos lados?
El vagabundo le dijo con cara de
irónico:
-Callate
y escuchá
Nuevamente nos volvimos a mirar entre
todos y ninguno se animaba a levantarse e irse. Yo creo que si alguno se
hubiese levantado para irse yo también lo hubiese hecho pero nadie tomaba esa
decisión así que nuevamente lo escuchamos.
-No,
no había fuego, eso es mentira, pero sí hacía mucho calor, como si estuvieras
adentro de un horno, siempre era de noche y las personas de ahí transpiraban
mucho. Caminando por un lugar nos encontramos con el diablo, que nos trató bien
porque sabía que veníamos de la guerra, entonces no quería tener problemas con
nosotros. Él quería que yo fuera su compañero y que lo ayudara a gobernar el
infierno pero yo no quería estar ahí, quería salir y poder seguir luchando por
nuestras tierras. Él se enojó, me quiso matar y yo peleé con él y lo maté y ahí
pasé a ser el diablo yo. Porque se decía que el que mataba al diablo tomaba su
lugar en el trono y como yo ya tenía poder, logré salir de ahí.
Lucas
que no había dicho ni una palabra desde que llegó el diablo, le preguntó:
-¿Y
cómo hiciste para salir de ahí?
-Eso
no se dice -respondió él sentándose un una roca que había delante nuestro. Y
volviendo a cargar la varita mágica de aluminio nos dijo:
-Pero
cuando yo salí del infierno me encontré con que ya había terminado toda la
guerra, ya no quedaba nadie, sólo muchos muertos, entonces empecé a caminar por
todos lados buscando personas que me ayuden a seguir peleando, y la gente lloraba y yo les decía que no se
preocupen que yo iba a armar otra fuerza con una nueva generación y que iba a
recuperar las tierras. Nadie me creía. Entonces desde ahí yo caminé por todos
lados esperando que se inicie una nueva guerra para poder formar un grupo de
personas que respondieran a mis órdenes, porque acá se va a pudrir todo -decía
lentamente y abriendo más los ojos- la gente está cansada de tanta injusticia,
de tanta desigualdad, y yo me estoy dando cuenta de que todo va a explotar, se
van revelar y van a querer hacer desastres y ahí yo voy a aprovechar, los voy a
ayudar, para que después que consigan lo que quieren y logren cambiar este
gobierno injusto que nos abandonó en esa guerra, me ayuden a mí a poder
recuperar Malvinas. Ustedes se tienen que preparar porque pronto va a ver una
guerra y van a tener que defender las tierras, yo vengo acá a poder explicarles
cómo hay que hacer para no perder, porque yo ya estuve ahí y ya tengo toda una
estrategia armada, que no se la puedo contar a nadie hasta que llegue ese día,
porque hay muchos infiltrados, y si se enteran me van a querer raptar para que
no lo pueda lograr y todo va a quedar en la nada.
Fumó
esa última carga que tenía en la varita mágica de aluminio, aguantó bastante el
humo dentro de él y luego miró al cielo y largó toda la humareda. Nos miró,
pegó un grito como de queja y se marchó rengueando. Nosotros no podíamos creer
toda esa historia, miramos para todos lados y ya había oscurecido, sin decir
una palabra nos levantamos y nos fuimos caminando hacia nuestras casas, unas
cuadras antes de llegar les dije:
-yo
le voy a decir a mi papá que hay que prepararnos para la guerra.
Y
los demás contestaron que también les contarían a sus familias. Ese día no dije
nada pero al otro día no aguanté y le conté a mi papá lo que me había pasado
esa tarde, me recontra retó y me dijo:
-No
seas boludo, ese es un loco de la calle, un vago que le gustan las drogas, no tiene nada que ver con las Malvinas.
Y
yo le dije:
-Sí,
papi, si le faltan los dedos, yo lo vi,
le tiraron una granada.
Y
me contestó con cara de enojado:
-¿Qué
granada? si eso se lo hizo un tren, tonto, no te quiero ver más con ese loco.
El día que me entere que estás hablando con ese, no salís nunca más.
Yo
me fui a la escuela pensando en que no le creía a mi papá porque suponía que él
tenía miedo y no quería ir a la guerra, pero al llegar el recreo me junté con
mis amigos y nos contamos lo que le pasó a cada uno en la casa y los cuatro
coincidimos en que nuestros padres nos dijeron que era todo mentira, que ese
tipo estaba loco. Luego seguí mi rutina de vida, con muchas dudas pero nunca
más le presté atención al diablo, por miedo a que mi papá ya no me deje salir a
divertirme a la calle. Con el pasar de estos dieciséis años nunca más volví a
verlo, hoy en día yo me encuentro lejos del barrio, pero hace algunos días
hablando por teléfono entre una conversación y otra, me enteré de que el diablo
sigue dando vueltas en el barrio.
Yo
me sigo preguntando si es que todavía sigue esperando esa guerra.